Cada suceso que nos pasa en nuestra vida cotidiana, ya sea bueno o malo, merece recordarlo con el paso del tiempo y con la distancia que nos da este.
Y es que hay que tener en cuenta que los efectos sanadores de escribir un diario son inmediatos.
Pongamos que nos ocurre algo desagradable en la calle…pero ¿y si escribimos el suceso al llegar a casa y en un momento de relajación? Lo mejor es que cada uno lo pruebe a modo de experimento, pero es fácil que al redactarlo la rabia se vaya diluyendo y nos fijemos más en nuestra reacción desmedida o en la lástima que da el sujeto que nos ha provocado el incidente.
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Escribir sobre algo le da una carga positiva a la historia, va saliendo de nuestra cabeza y el sentimiento se pega a las hojas del cuaderno, el asunto deja de preocuparnos tan intensamente y tener tanta importancia.
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Pues lo mismo les ocurre a los niños, sus frustraciones, sus miedos y también las ilusiones y las alegrías, todo merece la pena contárselo a ese otro yo que nos escucha tan atentamente.
Inicia a tus hijos en este arte tan sanador, se convertirán en excelentes adultos y tendrán un recuerdo de la infancia único y quien sabe igual descubres un talento oculto.
